El sistema de transporte público debe adaptarse a una población en envejecimiento. Ya existen algunas condiciones que facilitan que las personas mayores continúen utilizándolo de manera autónoma. En el Gran Santiago, el 97% de la población puede llegar caminando a un paradero. Además, los buses de piso bajo han mejorado el acceso, permitiendo un ascenso y descenso más fácil y eliminando barreras que podrían disuadir a las personas mayores de usar el transporte público. Por último, la tarifa reducida implementada en 2020 ha ayudado a disminuir el impacto económico del transporte en sus finanzas.
Sin embargo, es fundamental seguir mejorando la experiencia del transporte público para que continúe favoreciendo la autonomía de las personas mayores. Un aspecto clave es la seguridad. Un estudio reciente que realizamos con personas mayores de San Miguel y Peñalolén revela que se sienten menos seguras esperando el transporte público cuando observan daños en la infraestructura, como semáforos, luminarias y paraderos deteriorados. Es prioritario cuidar la infraestructura existente y garantizar el acceso a la información sobre rutas y tiempos de espera. Esta información permite saber cuánto tiempo se debe esperar en espacios que no siempre se perciben como seguros. Por ello, es esencial asegurar que todos, independientemente de sus habilidades digitales o de los dispositivos disponibles, puedan acceder a esta información.
Ante los desafíos que plantea el envejecimiento demográfico en Santiago y en las ciudades de Chile, cuidar y mejorar elementos ya existentes - como buses modernos, paraderos cómodos y aplicaciones actualizadas - puede contribuir a que las personas mayores se sientan seguras, se mantengan activas y vivan la ciudad de forma autónoma.